Relato corto: VÍA LÁCTEA

¿Es posible que vivamos engañados?¿Que una mano invisible nos manipule como a marionetas? Siguiendo las pesquisas del relato Extrasístoles, “El Reño” se encuentra con una pista que le hará dudar sobra la propia naturaleza del ser humano.

La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde” Miguel de Cervantes Saavedra

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A Pedro Luis Rubio Martínez

VÍA LÁCTEA

Aunque era sábado y no conocía el número que aparecía en la pantalla del móvil, el detective decidió atender la llamada.

Monsieur Hidalgo, s’il vous plaît?

– Sí, soy yo ¿quién es? – contestó extrañado por el idioma de su interlocutor.

Je suis le journaliste Jean Crepinet, – se identificó y continuó en un dificultoso español – de la revista “Réalité” de París. Estoy en Madrid y quisiera tener una entrevista con usted.

– Pues hoy va a ser un poco difícil, porque me encuentro disfrutando del fin de semana en mi pueblo, a más de trescientos kilómetros de Madrid. Tendrá que esperar hasta el lunes.

N’est pas posible – respondió con cierto nerviosismo – lo que tengo que decirle es muy importante y no puedo esperar. Me he trasladado desde París para hablar personalmente con usted, así que no me importa desplazarme hasta donde se encuentre.

– Pero si estoy a más de tres horas en coche – exclamó el investigador privado que se encontraba celebrado su cumpleaños con unos amigos.

Ce n’est pas grave. No importa.

Ante la insistencia de aquel periodista, “El Reño” aceptó concertar un encuentro a las cinco de la tarde, y para que no tuviera dificultad para encontrarle decidió hacerlo en la puerta del ayuntamiento. 

Durante la comida estuvo meditando qué sería aquello tan importante que no podía esperar cuarenta y ocho horas, y que obligó a un periodista francés a recorrer tantos kilómetros para entrevistarse con él. Por más vueltas que le daba, no encontraba la respuesta, así que estaba deseando que llegaran las cinco para desvelar el misterio. Pero llegada la hora acordada y  después de otra de espera, su entrevistador no apareció. “El Reño” le llamó por teléfono pero no obtuvo contestación, así que pensó que había desistido de realizar un viaje tan largo para realizar la entrevista y decidió olvidar el asunto.

A primera hora del lunes, cuando el ordenador no había terminado de encenderse, dos agentes de la policía nacional vestidos de paisano se personaron en la agencia de detectives preguntando por “El Reño”.

– ¿Conocía a este individuo? – preguntó uno de ellos mientras depositaba sobre la mesa dos fotografías de un cadáver cosido a balazos.

– No. ¿Por qué debería conocerlo?

– El último número que aparece en su teléfono móvil antes de ser asesinado es el suyo, y hay una llamada perdida también realizada por usted cuatro horas después.

“El Reño” hizo un gesto de asombro, y el policía le desveló que se trataba de un periodista francés llamado Jean Crepinet.

– No lo conocía, pero el sábado recibí una llamada suya instándome a mantener una conversación conmigo sobre un asunto muy importante, pero nunca llegó a la cita.

– ¿De qué asunto se trataba?

– No tengo ni idea. Dijo que trabajaba para la revista francesa “Réalité”, e insistió que era urgente y que tenía que hablar personalmente conmigo, pero no me desveló el motivo.

– Está bien. Si alguien relacionado con esa revista se pusiera en contacto con usted, le rogamos que nos lo haga saber. Aquí le dejo mi teléfono – concluyó el policía mientras depositaba una tarjeta de visita encima de la mesa.

La sorpresa por lo que acababa de descubrir y la curiosidad por conocer las causas de la muerte de aquel periodista, hicieron que lo primero que buscara en el ordenador fuera la noticia en los periódicos sobre su asesinato. “El Mundo” era el que más detalles daba sobre los hechos que acabaron con su vida.

Un hombre de unos cuarenta años ha fallecido esta mañana por varios disparos de un arma automática, mientras circulaba por la Avenida de la Ciudad de Barcelona, cerca de la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, con un vehículo marca Citroen C5 de matrícula francesa. Dos sospechosos han huido en una motocicleta de gran cilindrada. La Policía Nacional se ha hecho cargo de la investigación.

Tras la lectura de aquel artículo tan desagradable, “El Reño” decidió desayunar en la cafetería de costumbre de la Plaza de Chueca. En la mesa de siempre, degustaba un zumo de naranja acompañado de una tostada de pan con tomate y aceite. Una voz con marcado acento francés se le dirigió desde la mesa contigua, rogándole que no se diera la vuelta. Se identificó como compañero del periodista asesinado. No le hubiera costado nada girarse, pero su larga experiencia como detective privado le había enseñado que tenía que respetar aquel tipo de condiciones.

– No se asuste – continuó –, es mejor que no conozca mi identidad.

Sin prolegómenos, le explicó que estaban investigando las causas reales de la muerte del fiscal argentino Nisman, y que una de las pistas le llevaba hasta él.

– ¡Hasta mí! – exclamó “El Reño”.

– Bueno, hasta un testigo protegido que usted conoce.

El detective guardó silencio, esperando que el anónimo personaje le desvelara sus verdaderas pretensiones.

– Verá, sabemos que gracias a usted se descubrió una trama de adulteración de aceite de oliva planificada por un laboratorio farmacéutico estadounidense. Se demostró que éste pretendía enriquecerse con un medicamento contra los efectos nocivos de un producto químico que la misma farmacéutica había introducido en un aceite producido en España y que iba a exportar a China. Ese caso lo lleva un juez de la Audiencia Nacional que autorizó la declaración de testigo protegido a un español que trabajó durante diez años para aquel laboratorio, y que conocía a la perfección los entresijos de tan macabra operación.

– ¿Y?

– Sabemos que ese testigo se llama Gabriel y que es amigo suyo, y creemos que dispone de información que nos podría aclarar las verdaderas causas de la muerte de Nisman.

– No entiendo a dónde quiere llegar.

– Necesitamos hablar con ese testigo, y usted sabe dónde se esconde. Ya sé que sin más no nos va a revelar el paradero de su amigo, por eso me gustaría que prestara atención a lo que le voy a decir.

“El Reño” aguardaba expectante las explicaciones de aquel desconocido.

– Tenemos fundadas sospechas de que el fiscal Nisman no se suicidó.

– ¡Hombre, para llegar a esa conclusión no hace falta ser muy inteligente! Ni siquiera había restos de pólvora en su mano después de apretar supuestamente el gatillo.

– Exacto. Como usted perfectamente conocerá por el caso del aceite de oliva, el laboratorio estadounidense “Trextin and Company” es accionista mayoritario de la productora de leche más importante de Francia, la empresa Lait Valley. El argumento de que se trata de un asesinato no tiene consistencia. Se ha acusado a la presidenta Cristina Fernández de encubrir con la muerte de Nisman a los responsables de un atentado iraní con coche bomba que causó ochenta y cinco muertos. Nosotros pensamos que es una maniobra de distracción. Irán no tiene nada que ver con la eliminación del fiscal. Estamos convencidos de que la verdadera responsable de su muerte es la industria láctea Lait Valley, y detrás de ella la farmacéutica “Trextin and Company”, y que su amigo Gabriel tiene la clave que podría inculpar a ambas multinacionales.

A “El Reño” le incomodaba que aquel desconocido tratara a Gabriel como su amigo, pues desde su detención prácticamente habían roto las relaciones.

– Se ha aprovechado el momento adecuado – continuó – para eliminarlo y evitar que se desvele otra conspiración de mayor trascendencia a nivel mundial. A los medios ha trascendido la existencia de un pasadizo secreto por el que se accedía al piso del fiscal, pero nada se ha dicho que además de utilizarlo para causar su muerte, fue por allí por dónde se llevaron un expediente de Nisman conocido como “Vía Láctea”.  Le ruego que lea el artículo sobre los efectos nocivos de la leche de vaca basados en ese expediente que publicamos en nuestra última revista. Si considera que con la colaboración que le estamos pidiendo puede ayudar a acabar con una infamia, le suplico que se ponga en contacto con nosotros. Para ello, le anoto mi número en una servilleta que voy a dejar en la mesa. Por favor, no intente identificarme, pues su vida podría correr peligro. Yo voy a abandonar la cafetería. Cuando pasen dos minutos dese la vuelta y coja la servilleta. Espero su llamada.

A través de un reflejo momentáneo en el cristal de la ventana, “El Reño” únicamente consiguió comprobar que aquel enigmático personaje era muy alto, llevaba barba y una cazadora de color amarillo, pero no pudo identificar su rostro.

Al salir a la calle, el detective se encontró  con su secretaria. Aprovechó para decirle que no volvería al despacho hasta la mañana siguiente y se dirigió al parking de las Escuelas San Antón, dos manzanas más arriba, donde guardaba su coche. Infinidad de preguntas le rondaban por la cabeza, y la más crucial era si tenía o no que avisar a la policía de la conversación que acababa de mantener. Encendió la radio y meditó durante unos minutos mientras accedía a través del móvil a la página web de la revista “Réalité”. El sonido alarmante de las sirenas de vehículos de bomberos perturbó la sosegada calma que el detective tenía en el interior de su coche, aunque no le prestó importancia por estar acostumbrado a ello. Leyó el artículo de aquella revista de investigación, comprobó el nivel de combustible de su depósito, y tomó una decisión. Urdax se encontraba tan solo a cuatrocientos sesenta kilómetros de Madrid, con un poco de suerte estaría junto a Gabriel en menos de seis horas. La Comarca del Baztán, en Navarra, era un buen escondite para un testigo protegido – pensó mientras circulaba por la A2. Al llegar a la altura de Medinaceli una noticia de la Cadena Ser le heló la sangre. A las diez y media de aquella mañana un joven, del que se desconocía su identidad, había perdido la vida al ser arrollado por el metro en la estación de Chueca, en Madrid, después de ser empujado en el andén por unos desconocidos. En una entrevista a una mujer que había sido testigo de los hechos, ésta afirmaba entre otros detalles que el chico llevaba barba, era muy alto y vestía un plumífero de color amarillo. Sin duda, el asunto en que involuntariamente estaba involucrado era sumamente serio.

La ley establecía una protección especial para testigos con riesgo para su integridad, autorizando la escolta policial permanente, el cambio de apellidos, y el de domicilio si fuera necesario. El caso de Gabriel era además muy complicado, pues se había comprometido a colaborar con la Administración de Justicia en una causa penal de trascendencia internacional; una causa que por sus características podría derivar en un proceso ante la Corte Penal Internacional, como habían requerido algunas organizaciones, por considerar los hechos como constitutivos de un crimen de lesa humanidad por atentar contra la salud física de la población civil. Por ello, la policía rotaba su residencia con regularidad para imposibilitar su localización. Y sólo unos pocos conocían aquellas rotaciones, “El Reño” entre ellos. Ahora le había tocado el norte de Navarra, muy cerca de la frontera con Francia. En un caserío, custodiado por agentes de la guardia civil, cercano al paso fronterizo de Dantxarinea, se encontraron los dos amigos después de casi un año sin haberse visto. El saludo fue frío, igual que la nieve que inundaba aquellos valles, pues la amistad que les unió desde la infancia, se vio truncada por haber aceptado Gabriel participar en unos actos delictivos que habían perjudicado a sus amigos, y que podían haber causado graves daños a millones de personas.

– ¿Cómo te va? – preguntó el detective.

– Ya ves. En un paraje de ensueño. Pero al fin y al cabo, preso.

– Te preguntarás por qué he venido.

– La verdad es que nunca esperaba tu visita, ni la de ninguno de los amigos. ¿Cómo están?

– Bien. Con ganas de que se aclare todo esto.

– Yo también. Dales recuerdos de mi parte, aunque no sé si los aceptarán.

– Lo haré, no te preocupes.

– Dime ¿a qué has venido?

“El Reño” no se anduvo con tapujos.

– ¿Te suena el expediente “La Vía Láctea”?

Gabriel resopló y se llevó la mano derecha a la cabeza, mesándose los cabellos.

– En este puto mundo en el que vivimos está todo putrefacto. La Vía Láctea es la galaxia espiral en la que se encuentra el Sistema Solar. Al igual que la Tierra se encuentra en esa espiral, una serie de intereses creados por varias multinacionales han creado una espiral de negocios fraudulentos que se basan en el engaño a los ciudadanos de todo el mundo. Una espiral de la que es prácticamente imposible salir.

– No te entiendo – “El Reño” era tajante en sus afirmaciones. No tenía ganas de muchos rodeos con una persona que había perdido la confianza que se merecía como amigo.

– Las grandes multinacionales nos manejan como quieren Paco. Pero hace unos años surgió un reducido grupo de científicos apoyados por personalidades del mundo del derecho, defensores de la justicia universal, que tomaron la decisión de sacarnos de esa espiral. En secreto, recabaron toda la información necesaria y planificaron una estrategia para dar a conocer al mundo unos hechos que podían acabar con el poder de las farmacéuticas.

“El Reño” estaba empezando a pensar que Gabriel deliraba, que aquella reclusión a la que estaba siendo sometido le estaba afectando gravemente su consciencia, hasta que escuchó los argumentos concretos que mencionó a continuación.

– ¿Conoces algún mamífero que se esté amamantando durante toda su vida? Por supuesto que no. La composición química de la leche de vaca es idónea para nutrir a un ternero, para desarrollar su aparato digestivo e inmune, pero no para los seres humanos. En algunas partes del planeta, el hombre es el único animal que está consumiendo leche de vaca durante toda su existencia. Una leche que reduce los índices de hierro en los más pequeños, contribuyendo a la carencia de ácidos grasos esenciales y vitamina E, que estimula a todos los organismos a generar mucosidad, que está llena de bacterias y que hace que éstas crezcan en el cuerpo. No sé si recordarás que nuestras madres la cocían durante un cuarto de hora. Actualmente las fábricas la pasteurizan únicamente durante quince segundos. La leche de vaca contiene una proteína que se llama caseína y que produce que los tejidos blandos se hinchen. El consumo de productos lácteos está asociado con la esclerosis múltiple, con enfermedades del corazón, con la de Chron, con la diabetes y hasta con las cataratas. En la actualidad contiene importantes cantidades de antibióticos que las empresas le han inyectado a las vacas para evitar que dejen de producir leche, así como exceso de hormonas femeninas que en ocasiones producen una pubertad precoz. La leche de vaca contiene ingentes cantidades de grasa, y la lactosa es muy difícil de digerir a partir de los dos años de edad. Puede generar problemas digestivos, gases, y hasta alergias que afectan al sueño y a la concentración entre otras cosas.

“El Reño” estaba sorprendido por las explicaciones de Gabriel, que no paraba de revelar las contraindicaciones de un producto tan común como la leche de vaca.

– En gran parte de Asia, África y Sudamérica no consumen leche de vaca, y no tienen todos los problemas de salud que tenemos en la sociedad occidental. Para ellos, ya se encargan de inventar otro tipo de virus y bacterias.

– Pero … – intentó intervenir el detective.

– Espera, espera. La leche contiene sangre y pus. El Departamento de Sanidad de Estados Unidos tiene legislado que no debe ser ingerida si contiene más de doscientas mil células blancas muertas por mililitro, y nuestro laboratorio constató en más de una ocasión que todos los Estados sobrepasaban las quinientas mil. En los hombres se asocia con el cáncer de próstata y en las mujeres con el cáncer de ovario. Y aunque no te lo creas, podría contribuir a la fractura de huesos. En definitiva, que la leche de vaca es la mayor aliada de las industrias farmacéuticas. Es una fuente inagotable de problemas físicos y de ingresos. Por eso en multinacionales como la que yo trabajaba había departamentos fantasma que se encargaban de planificar políticas para ocultar todo lo que te acabo de contar, incluso de crear mitos falsos, como que la leche de vaca contiene grandes cantidades de calcio. Ten en cuenta el montón de fármacos que hacen falta para atender todas las patologías generadas por la leche; por una industria que genera más de once mil millones de litros en Argentina, o más de seis millones de toneladas en España. En Francia ni te cuento.

El detective empezaba a entender la magnitud del problema.

– ¿Y tú, sabiendo todo eso, no hiciste nada?

– Claro que hice ¡ostias! – exclamó exaltado – ¿Quién te crees que colaboró con la redacción del expediente “Vía Láctea”? …. Paco tienes que creerme. Yo era el topo dentro de la multinacional que contactaba con la persona que tenía que denunciar esos descubrimientos ante la Organización Mundial de la Salud. Y para conseguir mantener la confianza de mis jefes tuve que ceder a colaborar en el desagradable asunto del aceite adulterado. Tampoco lo consideré un asunto de extrema gravedad, como lo podía ser el de la leche. Pero me detuvieron y “Vía Láctea” imagino que tuvo que ser suspendida.

– Tú no escuchas las noticias ¿verdad?

– Hace meses que no me dejan ver la televisión, ni escuchar la radio, que no tengo acceso al ordenador y que no ojeo un periódico. Únicamente leo novelas y ensayos. Vivo en un absoluto aislamiento con el exterior.

– ¿No sabes lo que ha sucedido estos últimos días en Argentina?

– No, ni idea. Dime ¿qué ha pasado?

– Algo que podría ser de trascendencia para salvar tu pellejo. Pero antes de decírtelo, necesito saber el nombre de la persona que redactó “Vía Láctea” y que se iba a encargar de divulgarlo a través de la O.M.S.

– No sé, tengo miedo.

– Confía en mí, por favor.

– Es un fiscal argentino. Se llama Alberto Nisman.

 

Fulgencio Caballero Martínez

 

 

 

 

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